Una de las primeras medidas adoptadas por la nueva administración de Donald Trump, ha sido la imposición de aranceles, iniciativa que durante su campaña electoral presentó como un pilar central de su plan para la recuperación económica del país.
Los primeros mercados afectados por estas medidas han sido Canadá, México y China, tras la firma de órdenes ejecutivas por parte del presidente el pasado 1 de febrero. Estas acciones se realizaron bajo el amparo de la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional, que le otorga la facultad de declarar emergencias nacionales. Trump invocó esta ley para declarar una “emergencia nacional” relacionada con lo que describió como la “afluencia de extranjeros y drogas ilícitas” provenientes de estos países.
En el caso de Canadá y México, se propuso un arancel del 25% sobre sus importaciones a Estados Unidos, exceptuando los productos energéticos canadienses, con un 10%. Sin embargo, ambos gobiernos han obtenido una moratoria de 30 días tras alcanzar acuerdos individuales con el presidente en materia de migración, seguridad fronteriza y combate al tráfico de drogas. Una vez finalizado este período, se evaluará la efectividad de las medidas implementadas.
El caso de China ha sido diferente, ya que se ha impuesto un 10% adicional sobre los aranceles ya existentes. Hasta el momento, no se han llevado a cabo conversaciones directas entre los presidentes Donald Trump y Xi Jinping.
La guerra contra el fentanilo
La principal razón declarada por el presidente en cuanto a la imposición de estos aranceles es el papel que desempeñan estos tres países, que además son los mayores socios comerciales de Estados Unidos y representan más de un tercio de los productos que ingresan al país, es la cadena de distribución del fentanilo. Estas medidas se enmarcan dentro de su estrategia para intensificar la lucha contra el narcotráfico a nivel nacional.
El fentanilo es una de las drogas más letales en la crisis de opioides que afecta a Estados Unidos desde la década de 1990. La lucha contra este opioide sintético se ha convertido en un frente clave en la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que comenzó durante el primer mandato de Trump, en 2018. China cuenta con una sólida industria química, que actualmente es la principal fuente de los precursores químicos necesarios para la producción de fentanilo, según la Administración de Control de Drogas (DEA) de EE. UU.
En legislaturas anteriores, ambos países adoptaron medidas para limitar la transferencia de los productos químicos utilizados en esta producción. En respuesta a la presión de EE. UU., en 2019 China clasificó oficialmente el fentanilo como una “sustancia controlada”, restringiendo su producción y distribución, lo que redujo los envíos directos a EE. UU.de forma significativa. Bajo la administración de Biden, se implementó un grupo de trabajo entre Washington y Pekín, y en noviembre de 2023, la Comisión Nacional de Control de Narcóticos de China (NNCC) advirtió a las empresas sobre la prohibición de vender precursores de fentanilo. Además, en octubre de 2023, el gobierno estadounidense impuso sanciones a más de dos docenas de entidades e individuos en China, incluidas empresas en Wuhan y Hong Kong, acusados de enviar aproximadamente 900 kg de precursores de fentanilo y metanfetaminas a EE. UU.
Actualmente, la crisis del fentanilo muestra una mejora significativa. Las muertes relacionadas con esta droga disminuyeron un 21,7% entre 2023 y 2024, alcanzando su nivel más bajo en tres años. En noviembre del año pasado, habían caído durante 11 meses consecutivos, reflejando un avance considerable en una epidemia que había llegado a reducir en un año la esperanza de vida masculina en el país. A pesar de esta tendencia positiva, la nueva administración ha puesto la lucha contra el fentanilo en el centro de su estrategia, impulsando estos nuevos aranceles.
Por otro lado, no está claro que estas medidas realmente reduzcan el flujo de precursores desde China, ya que existe la posibilidad de que la cadena de suministro se traslade a países vecinos de Latinoamérica en lugar de enviarse directamente a EE.UU. Aun así, podrían fortalecer la posición negociadora de Estados Unidos en futuras discusiones sobre el control del tráfico de fentanilo.
Evolución de la guerra comercial
El volumen del comercio de bienes entre EE. UU. y China ha crecido rápidamente desde el inicio de las reformas económicas de China a fines de la década de 1970. Este crecimiento se aceleró aún más tras la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, lo que hizo que EE. UU. y China se convirtieran en los principales socios comerciales a nivel bilateral.
EE.UU. ha importado constantemente más de China de lo que ha exportado hacia él, con un déficit comercial bilateral de 98,4 mil millones de dólares en 2024, según Trading Economics. Este déficit ha sido, en numerosas ocasiones, el centro de las críticas de la relación comercial entre los dos países por parte del gobierno estadounidense.
La imposición de aranceles no es algo nuevo para la administración Trump, especialmente cuando se trata del gigante asiático. Desde la década de 1980, Trump ha defendido el uso de aranceles para eliminar el déficit comercial de EE. UU. y promover la manufactura nacional. La imposición de aranceles se convirtió en un tema central de su campaña presidencial y un aspecto fundamental de la guerra comercial entre ambos países.
A lo largo de su última presidencia, entre 2017 y 2021, Trump impuso aranceles por valor de cientos de miles de millones de dólares a productos chinos en respuesta a prácticas como la violación de propiedad intelectual y los subsidios a empresas estatales. China tomó represalias con medidas similares, incluyendo aranceles del 25 % a las exportaciones agrícolas de EE. UU., una acción especialmente perjudicial dado que China era el principal mercado estadounidense para productos como maíz, trigo, soja, cerdo y ternera. Al final de su mandato, los aranceles totalizaban aproximadamente 550 mil millones de dólares sobre bienes chinos y 185 mil millones sobre bienes estadounidenses. La administración de Biden continuó con estas medidas, incluso incrementando los aranceles sobre productos chinos y suspendiendo la exportación de microchips en 2022.
En teoría, estos aranceles buscan incentivar la producción nacional de ciertos bienes. Sin embargo, en la práctica, los costos, que son asumidos por el importador en las aduanas, suelen trasladarse a los consumidores, lo que puede aumentar la carga económica de la población. En este caso, la organización Tax Foundation estima que los aranceles propuestos sobre México, Canadá y China podrían sumar más de 800 dólares en gastos a cada hogar estadounidense en 2025.
Además, la intención de potenciar la producción interna e incentivar el reshoring de las empresas estadounidenses que producen en China no siempre se materializa. Aunque algunas salgan de China, muchas empresas han trasladado sus centros de producción a países más cercanos, como Vietnam, Malasia o Indonesia.
Estas nuevas medidas arancelarias fomentan, por otro lado, la guerra tecnológica entre las dos mayores economías del mundo, que también fue impulsada durante el primer mandato del actual presidente, marcado por las restricciones en transferencia de tecnología entre ambos.
Este fenómeno va de la mano con una nueva transición tecnológica impulsada por la inteligencia artificial, la automatización, el IoT y las telecomunicaciones, que están revolucionando la producción, las cadenas de suministro y la interacción social. Además de potenciar la competitividad económica, estas innovaciones redefinen la seguridad internacional y la soberanía tecnológica.
La nueva administración y el reciente incremento de los aranceles sobre las importaciones chinas continúan la línea de estratégica que ha llevado el gobierno estadounidense a lo largo de la última década. Comenzando con la inclusión de la empresa china ZTE en la “Lista de Entidades” de EE. UU., que prohíbe a las empresas recibir productos estadounidenses, al final del mandato de Obama, la estrategia general se ha enfocado en limitar el acceso a tecnología americana por parte de Pekín. Las administraciones siguientes abordaron este desafío de manera similar, imponiendo sanciones a gigantes como Huawei, acusado de ciberespionaje, y añadiendo a SMIC a la lista. Además, se estableció la Ley de Chips (CHIPS Act) y se impusieron restricciones a la exportación de equipos tecnológicos avanzados y semiconductores.
La estrategia actual de Trump en este aspecto parece centrarse en una combinación de medidas con el objetivo de restringir las inversiones chinas en el sector de las telecomunicaciones e inteligencia artificial, especialmente tras la aparición de nuevos desafíos como el caso de DeepSeek.
La respuesta de China
Como reacción a esta nueva imposición de aranceles, China anunció sus propios aranceles sobre selectos bienes americanos, lo que aumenta el riesgo de una reanudación de la guerra comercial. A partir del 10 de febrero, algunos productos estadounidenses, como el carbón y el gas natural licuado, se enfrentarán aranceles de hasta el 15%, mientras que otros, como el petróleo crudo, maquinaria agrícola y camiones pickup, estarán sujetos a un arancel del 10%. La Comisión de Aranceles del Consejo de Estado de China publicó una lista de 72 productos estadounidenses que serán gravados, muchos de los cuales están relacionados con la agricultura. Pekín también ha implementado restricciones sobre exportaciones de minerales críticos como tungsteno, telurio y molibdeno, utilizados en la producción de tecnología avanzada. Sin embargo, se estima que estas primeras medidas afectarán solo al 30% de las exportaciones estadounidenses a China y no incluyen productos de sectores estratégicos como microchips de alta gama, productos farmacéuticos o equipos aeroespaciales. Pekín ha señalado que estos aranceles violan las reglas de la Organización Mundial del Comercio y ha llevado el caso a su mecanismo de resolución de disputas.
Además, se han anunciado medidas contra empresas estadounidenses específicas, como Google, que será investigada por posibles violaciones de leyes antimonopolio. A pesar de la prohibición de su motor de búsqueda en China, su sistema operativo, Android, sigue siendo utilizado por fabricantes chinos como Xiaomi, Lenovo y Vivo. Por otra parte, la empresa estadounidense PVH, dueña de marcas como Calvin Klein y Tommy Hilfiger, también ha sido incluida en la lista de “entidades poco confiables” tras ser investigada por medidas discriminatorias contra productos de Xinjiang.
Efectos sobre UE
Al empezar su mandato, el presidente Trump calificó a la Unión Europea como una “atrocidad” en términos comerciales y advirtió que impondrá aranceles sobre las importaciones del bloque.
El pasado lunes, 1 de febrero, el presidente aumentó, además, los aranceles a las importaciones de acero y aluminio a un 25% fijo “sin exenciones ni excepciones”, anulando así acuerdos previos. En 2018, se impusieron medidas similares, a las que la Unión respondió con aranceles a productos como Harley-Davidson, vaqueros, mecheros o bourbon. Posteriormente, ambas partes redujeron la tensión y estos fueron suspendidos. Frente a las imposiciones actuales, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen ha declarado que son “injustificados” y que “no quedarán sin respuesta”.
La UE también es un gran exportador hacia EE. UU. y este contaba con un déficit comercial con Europa de aproximadamente 157 mil millones de dólares en 2023 (sin contar el sector servicios, donde EE. UU. tiene un superávit de 109 mil millones de dólares, gracias a sus servicios profesionales, de gestión, propiedad intelectual y financieros).
Más allá de esto, los efectos sobre la UE podrían ser diversos. Por un lado, podría acercar relativamente a la Unión Europea y China en un entorno geopolítico inestable.
Además, las medidas de China podrían incrementar el acceso de Europa al gas natural licuado, ya que los compradores chinos, al verse limitados por los aranceles de EE. UU., buscarían vender el gas en otros mercados. De hecho, los precios del gas natural en Europa rompieron una racha de cinco sesiones al alza tras la respuesta de China sobre los aranceles. Esto podría dejar más combustible disponible para los compradores europeos, con los futuros de referencia cayendo hasta un 4,7% antes de reducir las pérdidas.
Por otra parte, el acceso limitado al mercado americano obligaría a China a buscar otros mercados, lo que podría llevar a una posible “venta” de productos a precios descontados en Europa, afectando el crecimiento y la competitividad de algunos de los productos producidos por los países miembros de la Unión , según miembros del Banco Central Europeo.
Otros impactos
Aunque los aliados asiáticos de EE. UU., como Japón y Corea del Sur, no han sido directamente afectados por los aranceles, sus grandes corporaciones siguen expuestas a los efectos de estas medidas en la economía global.
Los precios de las acciones de gigantes japoneses y surcoreanos como Toyota, Nissan y Honda han bajado, por miedo al impacto de los aranceles de EE. UU. en sus fábricas en México, desde donde exportan vehículos al país norteamericano, por parte de sus inversores.
En Taiwán, cuyo sector de semiconductores y electrónica tiene fábricas tanto en México como en China, el Ministerio de Asuntos Económicos anunció que brindará apoyo a las empresas afectadas por los aranceles de EE. UU., incluido asesoramiento sobre cómo trasladar su producción a territorio estadounidense.
Además, los aranceles podrían impulsar aún más la diversificación de las cadenas de suministro, ya que muchas empresas, tanto chinas como internacionales con parte de su producción en China, han estado trasladando sus operaciones a otros países de Asia, especialmente al sudeste asiático, como Vietnam y Malasia. Sin embargo, estos aranceles también podrían repercutir en toda la cadena de suministro, provocando una caída en la producción y el empleo en todos los países involucrados.
Perspectivas de futuro
Las políticas arancelarias impuestas por la administración Trump han reconfigurado el panorama comercial global, afectando a socios clave como China, México y Canadá, además de generar tensiones con la Unión Europea. Aunque su objetivo principal es reducir el déficit comercial y frenar el tráfico de fentanilo, el impacto sobre las cadenas de suministro y la economía global sigue siendo incierto. La diversificación de la producción hacia nuevos mercados y la implementación de medidas de represalia por parte de China complican aún más los efectos de estas políticas. Mientras tanto, los aranceles continúan elevando los costos para los consumidores estadounidenses, lo que puede poner en duda su eficacia a largo plazo.
Departamento de Economía y Empresa de Casa Asia